40 años de Democracia Municipal
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- Martes, 07 Mayo 2019 09:09
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LA CARTA MUNICIPAL, EN 1979, O LA REBELIÓN DE LOS NUEVOS ALCADES
SALVADOR PÉREZ
“El pasado ha de ser inventado a cada hora para que el presente no se nos muera entre las manos” (Carlos Fuentes)
“Somos porque hemos sido, sin memoria somos seres neutros, etéreos, vacíos... (Emilio Lledó)
¡Qué época ésta en el que ser honrado parece un acto de valor! (Bernard Pívot)
Este es el justo acto de recuerdo para una fecha importante: las primeras elecciones municipales. Pero hay que ir un poco más atrás, a un 20 de noviembre de 1975 donde comenzó el camino para convertirnos, por fin, en ciudadanos, dejando atrás, con infinitos dolores de parto, aquel negro y terrible túnel del tiempo que fue la dictadura de aquel personaje nefasto de El Pardo que no tenía patria, pues, como afirma Josep Ramoneda, “los dictadores no tienen patria: la patria son ellos mismos”.
Pero empecemos con los datos: las primeras elecciones municipales fueron un 3 de abril de 1979, 48 años después de aquel glorioso 14 de abril de 1931 cuando llegó la Segunda República española y el exilio del inepto rey Alfonso XIII. Y ellos, los nuevos alcaldes y concejales, constituyeron la primera oleada de jóvenes llegados a la política y que dejaron atrás los franquistas tiempos del dedazo, alcalde elegido con duración indefinida por el poncio de turno, aquellos gobernadores civiles (y Jefes Provinciales del Movimiento- Quieto), presuntos políticos de medio pelo que llamaron gomeranos a los gomeros y exigían más producción anual a cada plantón de platanera. Gobernadores de muchos yugos y pocas flechas (de futuro) que pululaban por las islas en tiempos en que la España era de ellos, una unidad de destino en lo universal o “por el imperio hacia Dios o por Dios hacia el imperio”, como escribió Manolo Vázquez Montalbán, mandarines de tres al cuarto, poder sordo y analfabeto, palabras sin ningún eco, cuando el hambre no sólo era de cultura sino peor: de estómago.
Pero, antes de seguir, una justa precisión. Todo esto nos sirve para recuperar la memoria, clave es recordar el pasado pues las nuevas generaciones creen, a veces, que el mundo se hizo hoy mismo y olvidan que siempre hay un ayer. No hay flecha de futuro si no se encuentra tensada desde el arco del pasado. No hay mañana si no existe el ayer, la vista no puede abarcar lo que viene si los pies no están bien puestos en el terreno del pretérito. Unir, engarzar, los tres tiempos del verbo: el viejo pasado, el real presente y el incierto futuro, es algo más que una necesidad vital, un aire fresco que entra por los pulmones polvorientos del tiempo.
Los ayuntamientos democráticos llegaron en 1979, un año de los más lluviosos de los últimos 45 años anteriores. Cargados de agua y de ganas de cambiar el mundo a golpe de trabajo sin cuentas ni cuentos. Una gente que llegaba con ilusión y esperanza a unos ayuntamientos con las arcas vacías, casi con telarañas, porque nadie pagaba (las ordenanzas fiscales se revisaron 36 años después) y el reparto de la Carta Municipal seguía siendo cosa de Santa Cruz (dos pesetas para un habitante de la capital que recibían el 60 % y un 0,57, el 40 % para el resto de la isla) en una evidente injusticia distributiva o hacer más rico al que más tiene.
Y trabajaban y luchaban en una corporación con limitaciones. Sin sueldos (sólo gastos de desplazamientos y representación, casi siempre con el vehículo propio) y con muchas incomprensiones pues los vecinos, acostumbrados a no pedir con el franquismo (el miedo guardaba cada viña) exigían la luna a los nuevos gobernantes. De la nada al todo. De lo poco a lo mucho en unas poblaciones que no tenían cubiertas ni las necesidades básicas.
Y llegamos al tema tabú en los medios de difusión: el reparto de la Carta Municipal. Yo, como enviado especial, en aquel tiempo escribía en El Día, publiqué el 19 de abril de 1979, 16 días después de las primeras elecciones municipales, un amplio artículo titulado “La Carta Municipal: comienza el debate” y subtitulado “Con los nuevos Ayuntamientos”. En él, entre otras cosas, se decía:
“Aparece y desaparece como un Guadiana inesperado. Arranca con fuerza, está algo de tiempo- no mucho- en el candelero periodístico y después se esfuma como arte de magia. Algún apagafuegos de la actualidad, algún personaje de alta categoría corta los comentarios y nuevamente, como serpiente veraniega, cae otra vez en la hondura del silencio. Es un importante tema que se ha oscurecido, se le ha echado el manto de la indiferencia .Varias veces como un escopetazo fulgurante ha vuelto a surgir, pero nuevamente el enfriamiento progresivo lo ha vuelto a colocar en su lugar descanso. El asunto hay que verlo despaciosamente, incluso diríamos que fríamente, el desaire del rico para el pobre, del de arriba con el abajo. Ahora que ha llegado la democracia, que la frase decimonónica de luz y taquígrafos tenemos que ser solidarios unos con otros Es muy fácil pedir que desaparezca el centralismo madrileño y aquí, en cambio, tener creado ese monstruo de mil cabezas, de mil rabos que es el centralismo santacrucero”.
Y, pura matemática, después ponía, con pelos y señales, la gran injusticia de la Carta Municipal que hizo que los alcaldes comenzaran la rebelión. Antes de la fecha de las elecciones entrevisté a 47 candidatos a alcalde, desde La Laguna a Guía de Isora y todos – independientemente del partido o la ideología- respondían que tenía que revisarse y cambiarse.
Y uno haciendo auténtica información, con igualdad para todos los candidatos en preguntas y espacio (algo histórico: nunca hecho después; vean y comparen), con sacrificio personal y familiar, entrevistaba uno a uno, foto incluida, a todos los candidatos con las primeras entrevistas (de su vida) de personajes de la talla política del portuense Paco Afonso o el sauzalero Paulino Rivero por poner uno de cada partido.
Y se sucedieron diversas reuniones por toda la isla de unos alcaldes decididos a mantener el pulso. Primero en La Guancha y después por todo Tenerife. La Laguna fue clave con Pedro González que no sólo era pintor importante, sino un infatigable alcalde que también pintaba bien las cuentas para su ciudad. Yo les seguía por todos lados y ofrecía abundante información sin ninguna cortapisa. Hasta fui a Madrid con todos ellos para ser recibidos en el Ministerio de Hacienda. Era el único periodista representando a El Día pues el otro periódico, el Diario de Avisos, no dejó ir a su periodista, Carmen Ruano. ¡Ah¡ y entré a la reunión para enterarme de todo. ¿Cómo? Curioso: Paco Afonso, el recordado alcalde del Puerto de la Cruz, me nombró alcalde de Punta Brava. Nadie se enteró y yo pude hacer información de primera mano. La historia de esa rebelión de los alcaldes terminó en menos de seis meses después, en octubre de 1979, con un nuevo reparto.
Y con la llegada de los nuevos Ayuntamientos el gran cambio. Encontraron unos municipios a los que les faltaba de todo y, en poco tiempo, arrancaron a mejor. Era una frenética actividad que se reflejaba en los periódicos. Aunque parezca mentira hasta que uno llegó a El Día no existían las actuales páginas del Norte y del Sur. Por poner algunos breves ejemplos: mi pueblo, La Guancha, era conocido como el “pueblo de la rayita”, pues, cuando se repartían los dineros entre los municipios, a La Guancha no le tocaba nada. José Grillo tuvo su primer presupuesto de 6 millones y en su ida, en 1999, era de 600 millones de pesetas. Aquí, en San Juan de la Rambla, el colegio de la zona alta alta, con mayor densidad de población, llegó cuatro años más tarde. En Los Silos, con Gaspar Sierra, llegó la maravilla del nuevo edificio del Ayuntamiento, el Centro Cultural en el convento o la construcción de un Auditorio. O en Tacoronte, con Guillermo Graham cortando la Autopista del Norte para lograr nuevos enlaces, 54 nuevas unidades escolares en colegios nuevos e institutos, asfaltado…
Lo de Icod es de traca: el alcalde, Carmelo Méndez, y su equipo cambiaron al municipio en un no parar, pero les voy a contar algo curioso y que dice, a las claras, lo del centralismo de aquí mismo. Creé una sección en El Día que se llamaba “Los cien días de los alcaldes” y por allí pasaron todos. ¿Saben el titular de la entrevista con Carmelo Méndez en junio de 1979? “Ya tenemos los solares para el nuevo Hospital del Norte, en el barrio de Buen Paso”. ¿Cuántos años pasaron para inaugurarse el Hospital del Norte? Pues nada más y nada menos que 33 años, en julio de 2012.
Los Realejos, con Santiago Luis, fue otro no parar. Le pedí estos días dos líneas de su obra de los primeros años y me envió 14 folios con las actas de todos los plenos y otros 14 folios de todas las sesiones permanentes y estas frases: “Lo más importante fue lograr la implicación, entrega y participación de los vecinos en la resolución de los problemas. Si no hubiera sido así nunca se habría hecho todo lo que se hizo”.
Domingo Rodríguez, el alcalde de Arico, nos dijo que de entrada “el mundo se nos vino encima con un municipio con 20 barrios y 8 millones de presupuesto pero al segundo año ya estábamos lanzados viendo el fruto de tanto esfuerzo”. El alcalde de Candelaria, Miguel Ángel González, habla de viviendas nuevas, de redes eléctricas, de agua y alcantarillado, de la nueva plaza de la Virgen de Candelaria, de un refugio pesquero…etc. O sea, otro no parar.
Los nombres de todos aquellos alcaldes y concejales de hace 40 años pasarán a la pequeña historia. No morirán jamás pues con ellos arribó la democracia municipal, ser normales en el contexto mundial, plenos ciudadanos y no obedientes súbditos. Ahora que, como dice Jorge Semprún, “el tiempo de las certezas ha pasado. Ahora no sabemos lo que hay que hacer, pero si sabemos lo que no hay que hacer”.
En los pueblos no hay punto y final. Todos son puntos y seguido. La vida sigue: el ayer ya es hoy y será mañana. Por eso nunca es malo hacer balance y memoria. Poner muchos puntos sobre las íes del tiempo, poner acentos al agradecimiento, nunca comillas para un trabajo público que es hacer que los otros vivan mejor. Por eso, con el poeta Mario Benedetti decir “el pasado era colección de presentes sellados; el futuro, una serie de presentes a emitir”.
Día 3- abril- 2019 – Espacio Cultural Rambla – San Juan de la Rambla
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